Luego de todo lo que habíamos vivido, solo faltaba el siguiente paso. Decirnos que nos queremos y oficializar la relación. Todo marchaba perfectamente bien.
Un día, M me escribe y me dice que después del cine podíamos ir a su casa para pasar la noche. Estaba feliz porque no conocía su casa. No sabía cómo estaba decorada o cómo vivía. Era un misterio.
Saliendo del cine, fuimos caminando a su casa. Era un cuarto amplio de construcción antigua. El piso de madera rechinaba si caminabas muy rápido. Solo tenía un camarote, una cocina hacia el lado opuesto y una computadora antigua al costado de una de ventana que daba a la avenida. M Vivía con una amiga, pero ella había ido a casa de su novio esa noche.
Por fortuna, había llevado mi laptop. Nos recostamos en la parte baja del camarote y buscamos algo para ver en Netflix. M siempre me comentaba que sus amigos le habían recomendado ver Sense8. Yo no había visto la serie hasta ese momento, así que decidimos verla juntos. Vimos los primeros capítulos abrazados hasta el episodio número cuatro, que se llamaba What’s going on?, paramos ahí con esa canción hermosa. La buscamos en Youtube y la pusimos de fondo mientras nos besamos con muchas ganas. Todo lo malo se disipaba cuando lo besaba. Nada importaba, todo era hermoso mientras estaba con él.
—Te quiero —le confesé.
Él me miró y me dio un beso más intenso que los anteriores. Quería tomarlo como un «yo también», pero mi mente no me dejaba. Luego de un buen rato, le pregunté.
—¿Tú me quieres?
No dijo nada. Lo noté pensativo mientras esperaba sus respuesta. Parecía como si estuviera calculando su respuesta para no pasarse de la raya.
—Sí —respondió con una sonrisa pícara.
Fue en ese momento que mi corazón latió a mil por hora; a tal punto que sentía que todo era mentira. Estaba viviendo mi propia historia de amor y esta parecía que tendría un «vivieron felices por siempre«.
A la mañana siguiente, nos despertamos estando abrazados y a pierna tendida. Luego de un par de besos, M se puso medio nervioso.
—Hay algo que tengo que pedirte —me dijo.
—¿Qué pasó?
—Lo que pasa es que ya se vence la fecha de pago de mi teléfono y me faltan S/.120.
—OK, normal. Yo te presto.
—Gracias —me dijo aliviado —, me moría de la pena.
Le presté el dinero y todo siguió normal. Sentía que estaba ayudándolo; que hacía algo bueno por él. El dinero no importaba.
Una semana después, me dijo que me quería nuevamente. M no lo decía a menudo, pero cuando lo hacía, me derretía el cuerpo de amor. Lo extraño fue que esa misma semana, al día siguiente de haberme dicho que me quería, me volvió a pedir prestado dinero; esta vez para pagar su cuarto. No le tomé importancia.
Pasaron los días y comencé a cuestionar todo ¿Fue un error darle dinero? ¿Quizá me apresuré en expresar mis sentimientos? ¿Lo habré asustado? ¿Habrá conocido a otro? ¿Qué pasó con sus besos repentinos?
Luego, empecé a notar que, para M, decirme algo bonito le costaba mucho. Claro, cuando lo hacía me sentía en las nubes, pero no podía evitar pensar lo peor. Sentía que poco a poco iba viendo las grietas en esa persona perfecta que había formado en mi mente. Nuevamente, las canciones llegan exactamente en el lugar adecuado.