La Historia de M #6 (La Pelea)

Pasaban los días, las horas, los minutos. No podía sacarme de la cabeza que M no me quería. Las únicas veces que lo dijo sin que se lo pidiera fueron dos y, sospechosamente, me las dijo el día que me pidió prestado dinero. No me debía más de cuatrocientos soles, pero el problema no era la cantidad de dinero prestado. El problema era en qué situación lo había pedido. Me sentía mal, deprimido, incluso usado.

Seguía saliendo con él a pesar de todo. Estaba enamorado y no podía quitármelo de un simple manotazo. Decidí experimentar y no escribirle por un día para ver su reacción. Generalmente, yo le enviaba mensajes primero. Le daba los buenos días, le preguntaba cómo estaba, etc. Procedí con mi plan y no tuve respuesta de él en todo el día.

En la noche, antes de acostarme, recibo un mensaje suyo.

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Al día siguiente, nos encontramos en Wilson. Todo seguía igual, o al menos eso parecía. Caminamos un poco y terminamos entrando a un chifa que estaba en la Avenida Bolivia. Nos sentamos al fondo del restaurante. El local estaba bien iluminado por un par de arañas de cristal pequeñas. Las mesas estaban distribuidas en dos columnas. Era un lugar pequeño. Pedimos nuestra comida y empezamos a conversar de cualquier trivialidad.

Mi mente no me dejaba tranquilo. Seguía explotando. No sabía qué hacer, no sabía nada; por otra parte, sentía que debía disipar mis dudas.

—M, ¿tú me quieres verdaderamente?

—Claro —dijo dubitativamente mientras terminaba de pasar el último bocado de su plato.

—OK, lo que pasa es que estoy medio confundido.

—¿Por eso no me hablaste ayer?

—No, claro que no —mentí—. En serio estuve muy ocupado. ¿Qué pensaste cuando no te escribí?

—No, nada. El problema fueron mis amigos que me metieron ideas en la cabeza.

—¿Qué dijeron?

—Que seguro estabas revolcándote con otro. Me dijeron «acuérdate dónde lo conociste».

—Ja, ja, ja —reí nervioso — qué malos.

—Pues, me hicieron dudar.

Me enojé. ¿Cómo pudo pensar eso después de todo lo que había vivido? Habían sido cinco hermosos meses. Creo que fue la ira que me invadía, pero al final lo encaré.

—Quería decirte algo. Pero no lo tomes a mal. —le dije seriamente.

—Dime.

—A veces me siento raro porque siempre que dices que me quieres es porque yo te lo pregunto. Pero las únicas dos veces que lo hiciste por ti mismo… terminaste pidiéndome dinero después.

Vi cómo su rostro pasó de blanco a rojo como si le hubieran puesto un filtro de Instagram.

—No, cómo crees —dijo con dificultad.

Estuvo callado por unos dos minutos. Yo terminaba mi comida mientras pensaba que había acabado de malograr mi relación con M. Fue un error decirle eso. Noté que tuvo un poco de dificultad para respirar. Me dijo que me esperaría afuera. Se paró bruscamente y salió del chifa. Me quedé solo.

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