(Lee la sexta parte aquí -> https://elticherpe.com/2018/07/17/el-puto-6/ )
Entré a la oficina del comisario. Era Bryan. No tenía idea que él había venido a Lima. Nunca me buscó. El miedo invadió mi cuerpo y empecé a sudar frío.
—Gabriel, a los años que nos vemos —me dijo en un tono amigable —. Diez años para ser exactos. ¿Cómo has estado? Bueno, creo que por ahora no muy bien con todo lo que te acaba de pasar.
—Uhm —no sabía qué decir.
—No te preocupes. Solo te haré unas preguntas y acabaremos.
—OK —dije nervioso.
—¿A qué hora se quitó la vida Manuel?
—Casi al medio día, pero ¿cómo sabes su nombre? No te lo he dicho.
—Uhm, lo leí en el informe.
—Bueno.
—Dime ¿Lo conocías hace tiempo? ¿Eran amigos?
—No, anoche fui a tonear a una disco y lo conocí de casualidad. Le invité un trago y terminamos en mi departamento.
—OK ¿Qué hicieron en el departamento?
—¿Eso importa?
—Por supuesto.
—Bueno, tuvimos sexo.
—¿Cuántas veces?
—Uhm, no lo sé. ¿Eso es importante?
—Por supuesto.
—Habrán sido unos tres polvos.
—Bien, has mejorado.
—¿Qué?
—Nada, sigamos. ¿Sabes el motivo por el cuál se quitó la vida?
—No tengo idea. Me dijo que ya se iba a su casa y en vez de salir, fue a la cocina, tomó un cuchillo, me llamó para que saliera a la sala y se cortó el cuello.
—Ya veo. ¿No dejó alguna carta o mensaje escrito por ahí?
—No —mentí. No podía hablar de la carta que había encontrado.
—¿Seguro?
—Seguro
—Bueno, él nos llamó poco antes de su muerte y nos dijo que un loco lo estaba golpeando y amenazando; y, pues, tú me acabas de decir que eras el único que estaba con él.
—Pero no pudo llamarlo. Estuvo conmigo toda la mañana.
—Eso no irá en el informe.
—¿Qué?
Bryan se paró de su escritorio y me agarró el rostro por las mejillas.
—Espero que te diviertas en la cana, amorcito.
—¿Qué? ¿Qué haces? —titubeé.
Bryan me revisó los bolsillos y encontró la carta. Me lanzó una sonrisa malévola y me guiñó el ojo. Llamó a los guardias y estos entraron instantáneamente a la sala donde estábamos Bryan y yo. Parecía que habían estado esperando en la puerta a que se les ordenara entrar. Antes que me llevaran, Bryan se acercó y me agarró del cabello. Me tiró un puñete y luego me susurró al oído.
—Te extrañé mucho, mi Gabriel.
Los guardias me sacaron a rastras de la oficina mientras yo lloraba del miedo. Gritaba y trataba de soltarme. Me llevaron al fondo del pasillo y abrieron una puerta de metal. Había un espacio grande que contenía seis celdas. Me tiraron en una vacía. Vi a los guardias irse y escuché una puerta cerrarse a lo lejos. La celda era oscura y olía a orina y suciedad. Estaba solo y no podía dejar de llorar. Las lágrimas caían por mi cara muy rápido. Seguía gritando que yo no lo había matado y que todo estaba armado. Me querían hacer pagar por algo que yo no hice.
La venganza estaba hecha.
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