
Lejos de la ciudad, al costado de la carretera, en un descampado, vivía un ermitaño. Lucas, como antes lo conocían cuando vivía en la ciudad, decidió entregarse a la soledad absoluta por tantas decepciones que la vida le dio. Quizás fue una decisión un poco extrema, pero era lo que le hizo feliz. Incluso sentía ORGULLO al vivir alejado de toda la mierda que existe en la sociedad. Vivir solo y ajeno al mundo fue la mejor decisión que tomó en su miserable vida. “Todos se pueden ir al carajo. No quiero saber nada de nadie porque lo único que traen a mi vida son problemas”, pensaba Lucas cuando se veía en un diminuto espejo que tenía sobre el lavadero de su baño.
Al anochecer, Lucas salía a la puerta de su alejada vivienda. Ponía unas cuantas ramas que conseguía de un bosque cercano dentro de un hoyo y les prendía fuego. Casi todos los días prendía una fogata y se echaba a mirar la infinidad del cielo hasta que la madera se consumiera. Mientras contemplaba las estrellas que aparecían como luceros parpadeantes, Lucas pensaba en su última hazaña en la sociedad:
—Queremos felicitar a Lucas Luzquiño —anunciaba el presentador del evento —por haber alcanzado el primer puesto en el concurso de novela realizado por la municipalidad de Lima.
La gente aplaudía y Lucas, que se había puesto un terno azul para la ocasión, subía al escenario para dar su discurso de ganador. Se paró frente a un atril marrón y vio al público que lo miraba con curiosidad.
—Buenas tardes. Quiero agradecer a la municipalidad de Lima por considerar mi novela la mejor de este concurso. La verdad que esto me vino de sorpresa porque no esperaba que un libro donde seis personajes tan repudiables sean del agrado del jurado. Las personas que lograron leer un poco del texto cuando aún estaba en proceso de redacción, se fueron alejando de mí. Me creían loco, o un psicópata que solo sabía escribir de sangre. Nadie sabe cuanto sufrí al narrar esto. Imaginar torturas, violaciones y secuestros no es tarea sencilla. Quiero admitir que esta novela no es de mi agrado y que todo lo que contiene no lo comparto en mi vida, ni en mis pensamientos. Pero también reconozco que es una muy buena historia. No les quiero malograr la experiencia, pero esperen mucha sangre, tortura y venganza. Creo que la violencia no es buena, pero también creo que los actos violentos son necesarios para lograr algo que no se pueda por las buenas. Mi novela no está hecha para reflejar una sociedad podrida, sino para explorar el extremo que puede alcanzar la perversión humana. Quiero también informar a todos que, a partir de mañana, voy a retirarme de la sociedad. He decidido ser un ermitaño porque al saber que recibí el primer puesto en este concurso, muchos mensajes de diferentes personas que conozco, y también de extraños, me hirieron en lo más profundo. Me amenazaron de muerte solo por haber escrito textos crudos donde no me importaba cómo se sentiría el lector, sino cómo la historia iba a continuar. Yo no quiero vivir en una cultura donde consideran que una opinión es excusa suficiente para amenazar de muerte a otro ser humano. No quiero dejar de escribir. No lo haré. Tampoco quiero irme de este hermoso país. Pero sí cumpliré con alejarme de esta sociedad repudiable donde todos se acusan entre todos, pero nadie se mira a un espejo y ve que ellos también tienen defectos y pensamientos oscuros. Todos tenemos pensamientos oscuros. Alguno más oscuros que otros, pero todos hemos experimentado lo mismo en algún punto de nuetsras vidas. Muchas gracias a los que me apoyaron, y levanto el dedo medio para los que me amenazaron de muerte. Muchas gracias.
La multitud se quedó atónita. Los clásicos aplausos que se dan al finalizar un discurso se convirtieron en murmullos. Mientras Lucas se alejaba del escenario y se quitaba el saco.
La fogata que Lucas había encendido se apagó. Se puso de pie y entró a su casa. Todo iba bien.