Luego del segundo orgasmo, Freddy se sentó en la cama, tomó un sorbo de agua de la botella que había dejado en el suelo y empezó a alistarse. El cliente de ese día fue un joven buena gente. Atento, educado, un poco bajito, pero con un rostro bello y tierno. Freddy incluso se sorprendió de lo bien que se movía el condenado. El chico estaba tirado en la cama viendo el techo, perdido en sus pensamientos.